Acabar con la idea de que en la escuela SÓLO se enseña, es esa institución a la que el niño va y donde este aprende, es un trabajo arduo. Cada día se escucha la famosa frase de; “… vamos tienes que ir al cole, que hoy vas a aprender muchas cosas” o “¿qué has aprendido hoy?”… Éstas se oyen día tras día y son siempre atribuibles a la labor propia de la escuela.
Ahora bien; hay que ser concientes que la escuela no solo enseña, sino que también debe de aprender. Hay que acabar con la idea de que los profesores enseñan y los niños aprenden, pues todos debemos aprender de todos, aunque en estos tiempos que corren parece que la escuela ha dejado de lado esta segunda labor; la de aprender.
Por parte de esta institución y del profesorado que trabaja en ella debe de haber deseo y necesidad de aprender, de interrogar, investigar, dialogar, comprender, mejorar, difundir, debatir, comprometer, exigir…
La escuela, inmersa en esta sociedad neoliberal, de ella recibe sus influencias y sus demandas, no se puede cerrar a ésta si más tarde se le encomienda a ella la tarea de socializar, es decir; incorporar en la persona la cultura en la que vive, discriminando entro lo que es bueno y lo que no.
Ante todo ello, hay motivos para que la escuela aprenda; hay que acabar con las rutinas, deben de haber exigencias y necesidades nuevas para dar respuesta a los cambios, con reformas no impuestas sino entendidas por todos los agentes sociales. No obstante, siendo realistas, hoy en día hay todavía obstáculos que no permiten que la escuela avance. La rutinización de prácticas, la escasa unidad de acción con grandes descoordinaciones entre profesores, ya sea entre los que imparten una misma asignatura o comparten un mismo curso, impiden ese avance. La escuela de hoy en día parece que no tiene tiempo para hablar y opinar y lo que es peor, parece que quien supervisa la escuela no ve con buenos ojos la innovación. Todo ello, unido a la masificación de alumnos, que no permite atender a la diversidad y la desmotivación del profesorado provoca el cierre para que la escuela aprenda.
Al hablar de cierre, hablamos obviamente de un obstáculo para el aprendizaje. No obstante, hay que investigar aquí el origen de ese cierre, hay que ver de donde provine pues puede ser un cierre personal, institucional o estratégico.
El cierre personal es el que señala directamente al profesor como aquel que impide que la escuela aprenda, pues éste se limita a considerar que su profesión, de carácter funcionarial otro aspecto que también puede provocar ese cierre, es la de enseñar y no aprender. Basa su trabajo en rutinas, donde no hay necesidad de pensar y sí mucho miedo a la novedad. Cree que en su trabajo no hay tiempo para la reflexión y su meritocracia está basada en cursos y seminarios. Éstos a su vez, van en contra de aquel que sí quiere que la escuela aprenda, que cambie y “fagocitan” al innovador; descalifican a quien tiene una respuesta, lo tachan de ingenuo con proyectos sin éxito…
Hay también un cierre institucional donde la escuela tiende a la rutina y un cierre estratégico; centralizado en la institución como un elemento más del sistema, que está engranado en el mismo pero que deja de lado ese factor dinamizador que debe de tener y que debe de ser.
Hay que querer, saber y poder para provocar ese cambio y no generar mas cierres. Hay que hacer de sus profesionales; gente comprometida, docentes con el deseo de serlos, profesorado formado, con aprendizaje comprometido; con reflexión compartida, donde se transforme ese concepto de meritocracia, donde se aprenda de los errores, donde se dé voz a todos… Todo esto es necesario para acabar con la idea de que en la escuela no solo se aprende, sino que también aprende, de esta manera podremos también preguntarle a ella esa famosa frase de ; “¿qué has prendido hoy?”.
CONCEPTOS PARA LA REFLEXION
Sociedad neoliberal.
Imperio de lo efímero.
Micropolítica interna.
Rutinización.
Unidad de Acción.
Meritocracia.
Planteamiento acomodaticio.
Fagocitosis del innovador.
VALORACION DEL LIBRO
Tras la lectura de este libro he podido comprobar que nosotros, como futuros maestros, estamos llamados en colectivo a generar un cambio profundo en nuestra práctica pedagógica que promueva el afianzamiento de una ética más humana que dignifique el aprendizaje. Los ciudadanos críticos ponen en tela de juicio la situación actual y, a través de su comprensión, intentan mejorarla. Interesa que la escuela sea una institución que ayude a desarrollar las capacidades de todos los individuos, pero también que construya una sociedad más equitativa. Para ello, la escuela no sólo necesita enseñar, necesita también aprender.
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